El terreno elegido es un espléndido encinar con vegetación baja de jaras, tomillo, jaramago y retama que el arquitecto quiso mantener.

El pueblo se sitúa tangente al camino que une Mensegal con Moraleja. Perpendicular a él, parte una calle principal al centro del mismo que se cruza ortogonalmente con otra vía importante en la que se ubican todos los edificios públicos. Otra calle, paralela a la principal, se traza hacia el noroeste y el poblado queda estructurado en cuatro grandes manzanas sobre las que se localizan las viviendas de los colonos.

Una ronda perimetral circunvala al pueblo. Prevalece el criterio de separar circulaciones de modo que animales y carros transiten sólo por las calles previstas y por el interior de las manzanas se realiza el acceso a las viviendas para mantener en la medida posible la espléndida vegetación existente.

Los edificios públicos se disponen en el centro del poblado sobre una de las calles transversales que, al cruzarse con la de acceso, forman la plaza en la que se sitúan los edificios más importantes: la iglesia y el ayuntamiento, que se articulan mediante un porche en forma de L en cuyo vértice se unen las artesanías, la vivienda del médico y la clínica.

Más al este se ubica el edificio social, y hacia el oeste, en la esquina inferior de la otra manzana, están las escuelas. Estos edificios, al igual que las viviendas, quedan también rodeados por la vegetación existente.